17 de septiembre de 2017

Gusanos que devoran plástico y pueden biodegradar polietileno

El gusano de cera se come el polietileno, uno de los plásticos más resistentes, que sirve para fabricar buena parte de los envases y las bolsas. El descubrimiento, de una investigadora del CSIC, es el primero que halla en la naturaleza una respuesta para degradar un material que, solo en bolsas de plástico, genera cada año 100.000 toneladas de residuos que pueden tardar hasta 400 años en descomponerse.
 
Federica Bertocchini, investigadora en el Instituto de Biomedicina y Biotecnología de Cantabria, descubrió esta particularidad por casualidad y gracias a su afición a la apicultura. Así, al ver un día que sus panales estaban llenos de gusanos decidió retirarlos e introducirlos en una bolsa de plástico de la que, al poco, los insectos habían escapado. “Comprobé que la bolsa estaba llena de agujeros. Solo había una explicación: los gusanos los habían hecho y se habían escapado por ahí. En ese momento, comenzó este proyecto”.
 
Tras el hallazgo, y en coordinación con Paolo Bombelli y Chris Howe, investigadores de la Universidad de Cambridge, iniciaron los experimentos para constatar la eficacia de los gusanos de cera para degradar el polietileno. Y resultó que era mucha: un centenar de gusanos degradan en tan solo 12 horas hasta 92 miligramos de este plástico tan común como resistente. “Es realmente muy rápido”, valora Bertocchini.
 
Durante la investigación se ha comprobado además que los propios capullos degradan el polietileno a través del contacto, por lo que ahora se están tratando de averiguar las razones de esta cualidad que, inicialmente, achacan a la similitud de la composición de la cera y del polietileno. “Aún desconocemos los detalles de cómo se produce la biodegradación, pero existe la posibilidad de que lo haga una enzima. El siguiente paso es detectarla, aislarla, y producirla in vitro a escala industrial. Así podremos empezar a eliminar de forma eficaz este material tan resistente”.
 
Como avanza la investigadora, los gusanos podrían ofrecer una alternativa para acabar con estos restos, algo que hasta ahora se realiza con procesos de degradación largos que requieren del uso de ácidos corrosivos. Frente a ellos, esta respuesta de la naturaleza puede contribuir a poner freno a los residuos de polietileno, un material del que anualmente se producen 80 millones de toneladas, muchas de ellas para bolsas de plástico. Se calcula que cada uno de nosotros utiliza unas 230 al año. ¿Sabes cuánto tarda cada una de ellas en degradarse? Hasta 100 años las que están fabricadas con polietileno de baja intensidad y cuatro siglos en el caso de las bolsas más densas.
Fuente: Ecoinventos

 

5 de septiembre de 2017

Plásticos biodegradables del destrío de sandía y melón

La Unión obtiene plásticos biodegradables del destrío de sandía y melón.

 
Entre el 2 y el 10 por ciento de las frutas y hortalizas manipuladas se pierde en el proceso generando una cantidad de toneladas de subproducto hortofrutícola. Alhóndiga La Unión ha conseguido aprovechar este subproducto consiguiendo fabricar plásticos y mallas biodegradables procedentes del destrío y los restos de cosecha hortofrutícola. Este hallazgo mejora la sostenibilidad de su producción y se enmarca bajo el proyecto BIOVEGE que la empresa almeriense está liderando.
 
El sector hortofrutícola es el más importante dentro del área agroalimentaria andaluza y uno de los principales pilares de su desarrollo, con una producción anual de 7,5 millones de toneladas de hortalizas y 2 millones de toneladas de frutas.
 
Según un estudio del IFAPA, las pérdidas globales en la comercialización oscilan entre el 2 y el 10% del producto manipulado. Por ello, si suponemos una media de un 5% de perdida, en Andalucía se producen anualmente 500000 toneladas de subproducto hortofrutícola.
 
BIOVEGE, el innovador proyecto de La Unión, fue premiado por ECOEMBES en diciembre de 2016 como Mejor proyecto de innovación y emprendimiento y tiene como principal objetivo desarrollar nuevas tecnologías y/o adaptar las existentes para valorizar de forma económica y medioambientalmente eficiente los residuos hortofrutícolas generados durante su manipulación, transporte y venta.
 
María Martín, responsable del área de Calidad Alimentaria de La Unión nos indica que “el proyecto se dará por finalizado en abril de 2018, hasta ahora hemos conseguido obtener bio-compuestos adecuados desde el punto de vista del procesado que nos han permitido crear mallas y film retráctil BIO. Nuestro reto ahora es mejorar y optimizar los procesos de fabricación de estos materiales desde el punto de vista económico.”
 
Pero no todo queda ahí, de manera paralela el proyecto trata de extraer ingredientes bioactivos de los residuos hortofrutícolas como pimiento tomate o berenjena, para la mejora de la salud humana. Estos ingredientes bioactivos podrán consumirse en forma de aditivos como colorantes y así sustituir a productos químicos actuales.